lunes, 25 de enero de 2010

Sal en una mesa llena de mosquitos


Las luces dan paso a la obscuridad, la realidad al sueño y desde ahí brota un susurro creciente de mosquitos que inunda la sala poco a poco. La obra ha comenzado y todos los pares de ojos se clavan en unas grandes sombras de manos. Sal en una mesa llena de mosquitos, dirigida y actuada por Helen Carina Ramírez Padilla, es el monólogo de una mujer que da cuenta del delicado mecanismo mágico- psicológico detrás de la obra pictórica de Remedios Varo. La puesta en escena es un vaivén entre las palabras pronunciadas a conciencia y los actos llevados a cabo en penumbra, detrás de los grandes lienzos que producirían nada más que las sombras del inconsciente. Los efectos de sombras y luces de Mar Alaniz y Gabriela Castañeda son producto de un largo trabajo de investigación escénica para lograr la precisión y la impresión adecuada. Fue este proyecto de investigación el acreedor a la Beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes para Jóvenes Creadores 2009.

Todo es surrealismo en este “experimento psico-humorístico”. El efecto onírico lo producen, además de las sombras, la poesía bellamente desatinada extraída de los diarios y las cartas de la pintora, la escenografía aterciopelada, una pluma de tinta invisible, una incómoda bola de pelos rubios y una silla color vino en la que la mujer reposa, espera y desespera y finalmente duerme. La mujer de la obra recuerda siempre a los personajes adormecidos de Remedios Varo que trabajan suavemente en empresas finas que involucran hilos plateados, astros y reguiletes. Recuerda, con sus botines que combinan con la escenografía y su largo vestido color verde antiguo, a las elegantes mujeres a quienes les flotan los cabellos en los ambientes densificados por lo absurdo de sus seres. Entre otras cosas, Helen Carina Ramírez Padilla, relata la historia de una mujer que recita recetas para cambiar de ser o producir sueños eróticos y que rompe de tantas maneras, la lógica impuesta por lo cotidiano.

La obra alcanzará a transportar al espectador a su propio subconsciente y este podrá quedarse ahí, aunque la mujer luego alcance el fin de sus miedos al juntarse su cuerpo consciente y su sombra inconsciente. El sueño concluye con una coreografía de grandes moscos manufacturados.