viernes, 5 de marzo de 2010

Edith Piaf


Escuchar mientras se lee: La vida en rosa. Vaya vida de esta mujer. De lo que he leído no se fue con los medios tonos. Entre sus quehaceres en la vida estuvieron: vagar con un circo ambulante, sobrevivir la pobreza, la ceguera y el abandono, pero luego también hacerse famosa, grabar música y películas; pero sobre todo, amar intensamente. Salud por ella.

Gracias a Sentado-frente-al-mundo, premio al Mejor Blog Latinoamericano por la info:

Nace bajo el nombre de Edith Giovanna Gassion, hija de una cantante ambulante y de un acróbata de circo que la abandonó antes de que ella naciera. Su madre no alcanzó a llegar al hospital y Edith nació en plena calle debajo de una farola frente al número 72 de la rue de Belleville en París el 19 de diciembre de 1915. La mujer era demasiado pobre para criarla y se la entrega al cuidado de su abuela, quien en vez de tetero la alimentaba con vino, con la excusa de que así se eliminaban los microbios. Una infancia y juventud de película, de peripecias que cuenta en su autobiografía "Au bal du chance".

Cuando apenas tenía cuatro años, una meningitis la dejó ciega, pero poco después recobró la vista gracias, según explicó su abuela, al devoto peregrinaje a la iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, en Lisieux, que la mujer hizo con su nieta. Cuando apenas tenía diez años su padre enfermó gravemente y la pequeña empezó a cantar por la calle, recogiendo las monedas que los transeúntes le arrojaban. En aquellas primeras actuaciones, Edith sólo cantaba la Marsellesa, el himno nacional francés, porque esa era la única canción que conocía.

Por su vida pasaron desde sus inicios, pequeños rufianes, artistas callejeros y después hasta hombres famosos como Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, o Georges Moustaki. También sucumbieron a sus encantos el famoso campeón de boxeo Mercel Cerdan y actores como John Garfield. Incluso la famosísima Marlene Dietrich que le regaló un diamante de un cuarto de kilo por una apasionada noche de amor.

Edith y Marlene

Edith seguía viviendo “La vie en rose” a pesar de un terrible accidente automovilístico en el que sufrió varias fracturas. Los médicos le prescribieron morfina, a la que rápidamente se hizo adicta.

“Durante cuatro años viví casi como un animal o una loca: nada existía para mí más allá del momento en que me era aplicada mi inyección y sentía por fin el efecto de la droga”.

Piaf se inyectaba, a través de su ropa y medias, momentos antes de subir al escenario. La única vez que actuó sin morfina fue un desastre, y salió abucheada por su público. También le entró al alcohol de una forma bárbara. De todas formas su público la adoraba, pues era el ícono de Francia de la postguerra, una diva consagrada.


Cada vez que cantaba la famosa canción -que la identificaba perfectamente- "Non, Je Ne Regrette Rian" (No, no me arrepiento de nada), se le llenaban los ojos de lágrimas.

A sus 46 años encontró al gran amor de su vida: Théo Sarapo, un joven griego 20 años menor que ella.

Théo Sarapo

Se casó con él y todo el mundo pensó que se trataba de un “gigoló” que quería aprovecharse de su fortuna. Un año después de casarse con el joven griego, en 1963, Edith Piaf murió en su casa del Boulevard Lannes a la edad de 47 años por una cirrosis avanzada y con sus facciones deformadas debido a la morfina. El gran amor de su vida sólo le duró un año.

Théo Sarapo fue el único heredero de Edith Piaf. Los derechos discográficos, de autor y cinematográficos fueron a parar a su cuenta bancaria. Sin embargo, siete años después Théo Sarapo volvió a ser noticia de primera plana en los periódicos. Se había suicidado.

La “fabulosa” herencia recibida de su mujer, habían sido en realidad un montón de deudas. La enfermedad y adicción de Edith Piaf la había dejado en bancarrota y con las deudas hasta el cuello. Théo Sarapo, en silencio, las fue pagando como pudo, una tras otra. Cuando llegó a pagar el último centavo se quitó la vida. En su mesilla de noche hallaron una tarjeta que decía: "Pour toi Edith, mon amour".

Sin palabras.

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